The Sheepdogs, The Sadies y mazorcas de maíz dulce

Una nueva edición, y ya van ocho, ni más ni menos. Este año el Huercasa Country Festival pudo respirar hondo y recuperar su formato habitual de dos días. Dos días en los que los gorros y las botas al más puro estilo del viejo oeste inundaron las calles del pueblo de Riaza, así como el campo de fútbol de las Delicias, lugar donde se emplaza el grueso del festival.

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Con muchos menos grados centígrados que en la pasada edición, los vaqueros por un día, pudieron disfrutar de un sólido cartel este año. Quizás más abierto a otros estilos, pero siempre fiel a su espíritu del country y la americana.

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La representación máxima del estilo la lució gloriosamente en la jornada del viernes el joven músico Jessie Daniel quien, ataviado con botas y sombrero texano, como debe ser, y una banda acorde también abordaron su repertorio al más puro sonido Country Bakersfield acentuado, cómo no, por los melodiosos y característicos sonidos del pedal steel guitar.

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Daniel se jacta de haber viajado a lo largo y ancho de Estados Unidos actuando de club en club alcanzando la escalofriante cifra de 80 mil kilómetros en la carretera presentando un repertorio que aúna los tres álbumes de estudio que tiene a sus espaldas. Merece una mención especial el guiño al público del Huercasa con su tema “El Trabajador”, con letra en español y ritmos más próximos a los corridos mexicanos.

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Antes de la actuación de Daniel, quien fue el encargado de cerrar la noche, tuvimos el placer de asistir a la única cita española en lo que va de año que ofrecía el veterano grupo canadiense The Sadies. Resulta aún chocante el vacío originado tras la pérdida de Dallas Good, alma, junto a su hermano Travis, de la banda. El formato trío en que se mostraron daba la sensación de no ser más que un largo luto que aún están atravesando. Quedó patente con esas guitarras y esa voz rabiosa de Travis que no modificó un ápice la estructura que solían llevar cuando aún estaba Dallas. Ni un solo arreglo fue concebido para que la guitarra o la voz no quedasen cojas. El vacío se notó como nunca.

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Eso sí, Travis se dejó, si cabe, el alma sobre las tablas, acarreando casi todo el peso del espectáculo y arrancando sonidos a la guitarra haciéndonos creer que había alguien más aporreando las cuerdas.

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Dentro de su extensa discografía, el protagonista fue su último disco, Colder Streams, que por la triste deriva de los acontecimientos se ha convertido en el disco póstumo de Dallas Good. Así comenzamos el electrificante recorrido por su música, arrancando con Start and Stop, que trazó la línea argumental mezclando en su línea el country rock y el surf. Indudablemente, uno de los platos más fuertes del festival.

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Previo a la actuación de The Sadies caímos rendidos a la voz de Robert Finley, músico que por fin halló un hueco en la escena musical con más de 60 años y es que, como él mismo dice en el título de su primer álbum “Age don’t mean a thing”.

Aún con los rayos del sol de la tarde llegó Finley hasta el centro del escenario gracias a la ayuda de su hija para suplir sus problemas de visión y a continuación conquistó a todos los asistentes del Huercasa entonando al más puro estilo soul temas como su Souled Out on You y bromeando con una gran sonrisa en la cara con el público.

Ese viernes 14 de julio, los enérgicos Red Beard fueron los encargados de inaugurar esta octava edición del Huercasa.

El sábado, tras una inesperada fría noche en el camping de Riaza, los conciertos, los sombreros vaqueros y los bailarines del country line dance se apoderaban de la preciosa plaza de este pueblo castellano. El ambiente festivo se trasladaba así al núcleo poblacional, donde los paisanos se involucran al cien por cien con el espíritu del festival y los bares sacan las típicas barras de feria a la calle. Mikel Rentería & The Wop Band y el rockabilly de Anna Duke fueron los encargados poner la música durante esa hora del aperitivo.

Siguiendo la estela del rockabilly, la Perra Blanco fue la encargada, pasadas las siete de la tarde, de abrir la segunda jornada del festival. Con sus frases de guitarra cercanas al sonido de los cincuenta y mucha frescura, animó enormemente el ambiente.

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Tras la banda andaluza llegó el contrapunto con Eilen Jewell, con un sonido mucho más pausado y su voz propiamente country. Quien, armada con su guitarra acústica y una armónica dejó claras sus intenciones musicales (en alguna camiseta podía leerse la frase “Folk you!”, que podrían definir la declaración de intenciones de la misma Jewel).

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Quizás la apuesta más arriesgada y menos comprendida del festival fue Tennessee Jet, quien optó por sonidos más crudos y ritmos primigenios y basó su repertorio en gran parte en sorprendentes versiones de grupos como Nirvana y Radiohead.

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El cierre de esta edición del Huercasa corrió a cargo de otros canadienses, The Sheepdogs, quienes hicieron las delicias de cualquier amante de la música sureña al más puro estilo de los Allman Brothers Band, de quienes podría decirse que son sus dignos sucesores. De hecho podría decirse que si metes en una cocktelera a Grand Funk Railroad, Lynyrd Skynyrd y a los citados Allman, podría salir de ahí esta potente banda de rock. The Sheepdogs desgranaron lo más surtido de su repertorio que comprende nada menos que siete álbumes de estudio. Un gran concierto que sirvió para poner el broche de oro en este Huercasa, despertó los ánimos y cautivó la atención de un público que ya se veía cansado a esas horas tras dos días de festival y camping.

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Esperemos que el espíritu country inunde el año que viene también las calles de Riaza; y es que, la peculiaridad de este festival es que la música no se reduce tan solo a los dos escenarios que monta la organización, sino que llegan músicos que asisten al festival como público y de forma espontánea se arrancan a tocar en las calles del pueblo, a la salida del propio festival o en la cafetería del mismo camping y organizan sus propias y animadas jam sessions.

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Texto Isabela Roldán. Fotos Isabela Roldán y Jesús Díez.

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