La barraca musical de Joserra Rodrigo

Se puede definir a Joserra Rodrigo como activista musical, tras una dilatada trayectoria melómana que le llevó a fundar hace dos años El Club del LP. Este apasionado foro organiza en diversos puntos del país escuchas colectivas de obras maestras del rock, el soul, el folk o todo estilo que emocione a las audiencias, con querencia especial por los años setenta. Las 35 experiencias que atesora su itinerario incluyen divulgación cultural y una comunicación intensa con los asistentes.

Lo que comenzó como una manera de compartir sus arrebatos musicales se ha convertido en todo un fenómeno, a caballo entre la pasión y lo vintage, que atrae a grupos crecientes de aficionados. Los abducidos valoran el Club del LP como una ceremonia tan trascendente que roza la categoría de acto litúrgico. Joserra, nacido en Bilbao, en 1964, “año de You Really Got Me, de los Kinks y también de la mejor cosecha de La Rioja en todo el siglo XX”, lleva las joyas musicales seleccionadas de ciudad en ciudad, y siempre encuentra amplias audiencias deseosas de sentir junto a otros humanos sedientos de arte los secretos que alberga su entrega musical. Aquí explica cómo nació su idea itinerante, con un espíritu que recuerda a la misión divulgadora de la barraca que impulsó Lorca.

Tu padre era periodista deportivo y eso marcó parte de tu trayectoria…

Sí, era maestro nacional de una escuela de Bilbao, pero empezó a colaborar con la Gaceta del Norte, haciendo crónicas sobre todo de ciclismo, y acabó especializado. Aunque su nombre era Julián Rodrigo, le apodaban Julián de Sollube, que es un monte de Vizcaya donde se hace una subida clásica en bicicleta. Curiosamente su pasión era el Derecho y nos obligó a estudiar la carrera. Bueno, a mí no, porque murió cuando yo tenía 12 años, pero a mi hermano sí. No sé por qué hice la carrera de Derecho, creo que porque se matriculaba mi amigo Javi Serrano, sinceramente. A mí lo que más me gusta es la historia, pero en realidad lo que me arrastra es la música. Mi madre dice que yo soy con Dylan como mi padre con Ocaña, porque era ocañista en la época en que ganó varios tours. Se llevaba bien con Eddy Merckx pero él quería que ganara Ocaña, siempre.

¿Has tenido algún trauma digno de mención? Aparte de la música, claro.

¿Trauma personal? Muchos. Durante mucho tiempo, no haber estudiado algo más cercano a lo que me gustaba. Creo que el trauma más gordo que he tenido es no haber hecho periodismo. Fíjate, me hubiera gustado.

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de arrebato musical?

Pues te diré que fue Jeanette, un single de ella. Me encantó esa voz, la de “¿Por qué te vas?”. Pues sí, lo tengo que confesar. Me gustaba. Pero en realidad, la primera epifanía musical fue con los dos primeros discos que me compré con mis pagas. Estoy hablando de once años, quizá doce. Fueron el “Bat-Hiru”, de Mikel Laboa, el artista que transformó el folk vasco, el Oteiza o el Chillida de la música folk vasca, y el “Desiré”, de Bob Dylan.

¿Cuándo se alojó el vicio musical en tu interior para siempre?

Muy pronto. Cuando comprendí que la única oportunidad de tener discos era pedirlo a mis padrinos, por Reyes Magos. Ellos eran muy generosos y los discos super caros. Recuerdo un vinilo que era el más caro de la tienda, en Vellido, en la Plaza Moyúa, de Bilbao. Era el “Decade”, de Neil Young, que era triple y costaba 3.600 pesetas. Le eché morro y lo pedí a los Reyes, y mis padrinos, me lo regalaron. Ese disco fue crucial, con acento en la canción “Like a Hurricane”, que ya me obsesionó. Young dice ahí: “busco un lugar donde esté a salvo y seguro en la vida”. Y yo, aunque era un puñetero crío, vi que el lugar donde sigo estando seguro y a salvo en la vida es cuando estoy oyendo canciones, en los discos, en la música. Ahí estoy a salvo.

Has comenzado el reciente Club del LP, dedicado a Moondance (Van Morrison), encendiendo sándalo. ¿Lo haces habitualmente o ha sido un invento?

No, no ha sido un invento. Lo hice en la UNED de Portugalete. Fue con “Déjà Vu”, de Crosby, Stills, Nash & Young, porque quería generar un ambiente hippioso y que la gente oliera a sándalo. Te cuento otra frikada más gorda que hice y voy a hacer el próximo viernes en Vitoria otra vez, sobre los Kinks. Me pongo un delantal que me regalaron, donde sale la letra de “The Village Green Preservation Society”. También suelo preparar té. Llevo una calentadora de agua, preparo té y hago unos bizcochos caseros, míos. Entonces la gente toma el té con pastas british, escuchando a los Kinks. Me preocupan mucho los detalles de los shows. Mucho.

Organizaste el “Último Vals” en Frías (Burgos), en 2016, gesta de la que se sigue hablando hoy. Se te considera activista musical o cultural, ¿no?

Sí, también me dicen que soy divulgador. Pero activista me gusta, es muy molón. También me gusta mucho una palabra que utilizaba Julio Bustamante, el músico valenciano, que es entusiasta. Qué bonita es la palabra entusiasta.

¿Cómo se te ocurre montar el Club del LP?

El Club del LP viene de una idea inicial, que se llama Escuela Emocional del Rock. Comenzó a raíz de los festivales de Frías. Lo monté en varias librerías. Entonces las temáticas eran más generales. La Escuela Emocional del Rock se basa en la idea de compartir la música, algo que me resulta fácil. ¿Por qué no compartir la música con la gente, compartir la pasión que sientes por ella?

¿Cuándo fue tu primer encuentro musical con los aficionados?

Fue en la librería de una sobrina. Ella, muy romántica, montó una librería infantil, muy chula, con un encerado gigante. Yo hacía unos esquemas con las tizas de colores, pero la pobre duró poco. Al final se dio cuenta de que la gente no llevaba a los niños a nivel cultural, sino casi como a una guardería. Y dijo, pues yo no he montado esto para que sea una guardería. Eso fue en 2015, antes del Vals de Frías.

Entonces estás cumpliendo diez años…

Es verdad, diez años ya. Escuela emocional y luego Club del LP que es hace dos años justo. Cómo pasa el tiempo…

¿Cuál es la diferencia al pasar de Escuela Emocional a Club del LP?

Es muy fácil de explicar. La Escuela Emocional del Rock empezó a hacer talleres muy genéricos. Por ejemplo, la historia del country soul, o del southern soul, o de yo qué sé… los cantes de ida y vuelta, como llamaba yo a la influencia british en el rock con América. Entonces, por incontinencia verbal, aunque el formato era de hora y media, siempre me pasaba. Comprendí que al final es mucho mejor hablar solo de un LP y contextualizarlo, porque mola mucho.

¿Antes era demasiado genérico?

Era demasiado genérico. Por ejemplo, hice un ciclo llamado Poetas del Rock. ¿Tú crees que se puede hablar de un poeta del rock como Leonard Cohen en solo hora y media? Imposible. O de Dylan o de Van Morrison. Al final pensé que vamos a hablar de un elepé solo y lo contextualizamos, que a la gente le mola saber qué pasó en ese año. Luego lo escuchamos y sobre todo debe ser una escucha emocional. Que la gente, con buen sonido, se meta en las entrañas del disco, en las tripas del disco. El formato mola, porque ya va edición uno, edición dos, y el año que viene edición tres. Porque discos hay, para hablar, millones. Me gustaría hacer discos también de aquí. Por ejemplo, de música vasca, como mi amado Rupert Ordorika. O ¿por qué no hacer uno de las Vainica Doble? ¿O de Serrat?

¿Cuántos clubes has hecho desde ese paso del género al disco?

De discos están ahora exactamente como unos 35 elepés. Ahora es la primera vez que salgo a Madrid. Me apetece salir un montón. A Madrid sobre todo, pero a todos los sitios.

El reciente caso de Vitoria fue multitudinario.

¿Sabes qué pasa? Que nadie es profeta en su tierra. Entonces, en Bilbao, lo hago en el Colegio de Médicos de Bilbao y estoy muy contento, pero en Vitoria ha pasado una cosa muy curiosa. Creo que los vitorianos, los gasteiztarras, por tener allí el Azkena Rock Festival, son un caso especial. Hacen un tributo con ese pedazo de festival maravilloso a las leyendas del rock clásico, y hay siempre muy buen ambiente. Tienen mucha cultura musical. Lo han demostrado. El momento de eclosión fue con David Bowie, un artista importantísimo en la historia. Vino hasta una chica que tenía tatuada una frase de Bowie, que yo flipé. Y entonces, a partir de ahí, hubo un club de Bruce Springsteen con “The River”, otro de Amy Winehouse, con gente más joven, y ya se superaron las 150 personas. No me imaginaba que vinieran a esta frikada 150 personas. Y encima es algo público, porque es de la Diputación de Álava. Es gratuito. Así la administración pública contribuye a un tema cultural, de este calado, y que considera la música rock como música clásica. Yo flipo con Vitoria. Pero también en otros sitios está teniendo éxito a su nivel.

¿Puede ser que se deba a una audición compartida, porque apenas hay sitios para compartir emocionalmente la música de nuestro tiempo?

Por supuesto. Una de las cosas que más gusta del Club del LP es que llevo unos bafles vintage que le hizo un primo mío a mi hermana, en 1975. Ahora cumplen 50 años y siguen sonando. La gente viene a adorarlos, porque quieren saber cómo puede sonar eso tan bien con 50 años. Son artesanales, pero impresionantes.

También has plasmado tu amor musical en el libro “Pasión no es palabra cualquiera”. Ahora has lanzado la segunda edición.

Efectivamente. Tengo un hijo, pero tengo otro hijo que es “Pasión, no es palabra cualquiera”. Quiero mucho a ese hijo. Creo que, fíjate, sobre compartir música, la experiencia más gratificante ha sido ese libro. Ese título en realidad no es mío. Es una canción de Graham Parker, pero el título me viene al pelo para el rollo de lo que va el libro.

Tu libro ha sido un faro para mucha gente. ¿Qué proyectos tienes después de esto que estás haciendo?

Pues soy sincero. Con lo del tema de escribir, me he quedado seco. No hay manera, no hay manera de escribir sobre música. Solo tiene una explicación: que me haya llenado hacer el Club de LP, tal vez porque se me valora.

¿Qué es Bob Dylan para ti?

Qué pregunta más difícil. Digo una cosa, pero es cierto. Mi padre murió cuando tenía 12 años. Pues Dylan es mi quien sustituyó a mi padre de alguna manera. Pero no lo digo en plan fanático. Lo digo porque…me ha educado. Sus letras me han sentado los fundamentos sobre muchas cosas. Dylan, no lo sabe la gente, pero hizo las primeras letras sobre las relaciones de pareja modernas. De tú a tú. De igualdad total. «Mi amor habla como el silencio. Sabe demasiado para discutir o juzgar.» ¿Quién decía en 1964 cosas así? A ver, los Beatles entonces estaban diciendo, she loves you, yeah, yeah, yeah. Mientras Dylan decía eso otro. Entonces me ha marcado a nivel educacional. Me ha educado, en serio. Y, personalmente, como persona, me da igual cómo sea de raro Bob Dylan. No me han educado solo las canciones de Dylan. Pero, a ver, es el padre…

El Libro de las Pasiones Musicales

Joserra Rodrigo publicó en 2017, tras exitoso crowfounding, su libro “Pasión no es Palabra Cualquiera”, cuya segunda edición ha salido al mercado recientemente. Algunas vidas se entrelazan de forma inextricable con la música y solo pueden respirar gracias a canciones que alimentan la identidad. El desorden con que un adolescente recibe sus lecciones musicales se plasma en esta obra y es justamente uno de sus mayores aciertos. A un obituario muy sentido le suceden páginas de un disco que se publicó hace treinta o cuarenta años. El autor junta listas de perdedores con rankings del “club exclusivo de mis 100 discos favoritos de todos los tiempos”. Encadena un relato de los mejores letristas del rock con una selección de “canciones para viajar a Oporto” en determinada época del año, entreverando discos, actuaciones en directo y derrapes mentales de toda ralea.

Pasión No Es Palabra Cualquiera (PNEPC) es un chorro de energía desde el primer instante. También opera como testimonio anticínico: las entrañas al aire de un hombre que vive su pasión y la comparte. Escritas con gracia y ángel, constituyen vivencias atadas a los escaparates de tiendas de discos, a plazas, pueblos, bares y calles. Mezcla descubrimientos personales con melodías y ritmos. Emociona su recuerdo de los años ochenta, cuando “la vida diaria parecía derramar cucarachas negras como el carbón”. Más frases para enmarcar: “Soy capaz de entrar en el Guiness de los Récords escuchando sin pausa The Salvation Blues”; “No entiendo cómo Summertime in England no está expuesta en la National Gallery”; “Vamos a hacer belleza a partir del sufrimiento, encadenemos un discurso que se mueva a la velocidad de una pluma cayendo del cielo”, o “¿Cómo una dulce canción country se puede hacer sonar tan perversa?”.

Así está escrito PNEPC. Joserra habla de sí mismo de una manera que engloba a todas las víctimas de la fulminación musical. No queda claro ante tanto ardor si el autor ha seleccionado los discos y músicos o si en realidad esas músicas le han seleccionado a él, si esas canciones le han elegido para que hable de ellas y le han hecho ser como es.

El ritmo febril se acelera cuando escribe sobre lo sagrado: Dylan, Aretha Franklin (quizá el mejor capítulo, un infarto de soul donde todo suena a verdad: “escuchad el grito en el 2:41, eso no hay quien lo supere”), Swamp Dogg, The Band, Joni Mitchell (se declara yonqui de ella), Elliot Murphy (“el Coppola del rock and roll”) y todo el santoral. Hay también sonidos cercanos: The Fakeband, Nacha Pop, Banstastic Fand o Vainica Doble.

También hay crónicas con varias páginas de disgresiones y con toda naturalidad apunta cerca del final: “Centrándome ya en el concierto, si es que eso importa…”. Se aprende mucho en estas casi 300 páginas salpicadas de ilustraciones a cargo de Cayetana Álvarez, pintora, dibujante y bocetista, eleva las páginas a la categoría de objeto de culto.

Busca Joserra en las canciones el mapa que conduce al alma humana. Le va su vida en ello y mantiene el timón hacia su objetivo: ir directamente a lo que abraza. Las canciones son una enfermedad y un antídoto. Sin embargo, la principal lección que se aprende al leer estas páginas es que en realidad Joserra ha escrito el Libro de las Pasiones más ardientes y que la música nunca morirá. Este hombre y este libro enseñan a vivir la música con toda intensidad.

 

Escrito por
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