Johnny Cash – American III: Solitary Man (2000)

American III: Solitary Man es el penúltimo álbum no póstumo de Johnny Cash lanzado un 17 de octubre de 2000, que, como la mayoría de su serie estadounidense, asume un tono más maduro y reflexivo. La salud de Cash había comenzado a decaer, y fue en este punto de su vida que tuvo que abandonar las giras. Gran parte del álbum es la respuesta de la estrella de country a su enfermedad, sirviendo como un precursor emocional y temático de American IV: The Man Comes Around lanzado en 2002, un año antes de fallecer.

Estos duetos y conocidas versiones muestran una faceta atractiva de Johnny Cash. Pero lo más destacado del álbum son las reminiscencias de sus canciones de American Recordings en la que solo presentan al hombre y su guitarra, sin nada más que empañar la historia. Los crujidos y la desesperación de la canción de vodevil “Nobody” hablan de un hombre endurecido por la soledad, mientras que el himno de Palace “I See a Darkness” se eleva con la pasión de mil coros gospel, aunque solo hay dos hombres cantando. Aunque a veces es difícil escuchar más allá del gruñido de Tom Petty, estas oscuras canciones carcelarias y baladas country suenan tan honestas y sinceras como sus propias composiciones. A los 68 años, su cálida voz de barítono puede flaquear, pero su pasión nunca.

La voz de Johnny Cash muestra su madurez, pero también una personalidad y un estilo intactos a pesar de los años de actividad. Pero lo que más sorprende de este disco es la elección de versiones, que van más allá de los clásicos tradicionales del country/folk. Se eligen los autores de indie rock más dispares (Bonnie Prince, Nick Cave, Tom Petty, U2,  y, en otros, también Trent Reznor), arreglos acústicos y de buen gusto, y una producción agradable y seca de Rick Rubin. Un fantástico final de carrera para el león del country, para un disco verdaderamente memorable, incluso en canciones autografiadas como “I’m Leaving Now” junto a Merle Haggard.

No creo que haya un regreso en la historia de la música tan asombroso como el de Johnny Cash en 1994, un hombre consciente de su edad y de que su cuerpo no funciona tan bien como antes. Los días del forajido y héroe del country Johnny Cash han quedado atrás, aquí está la frágil versión de sí mismo en la que se ha convertido con los años, en la que la mayoría de nosotros nos convertiremos algún día, pero claramente su mente y su espíritu siguen tan vivos como siempre.

Es notable que Cash decidiera comenzar este álbum con “I Won’t Back Down” de Tom Petty, demostrando que aún tiene mucho que ofrecer. Se podrían decir muchas cosas, como la capacidad de Cash para apropiarse de canciones de otros artistas, su voz, que parece haber mejorado con la edad, y el hecho de que cada pequeña nota de la guitarra parece significar algo y añadir un toque de impacto emocional al álbum.

“Solitary Man” y su brillante composición “Before My Time” son canciones sobre la desesperación y la soledad, y “I See a Darkness”, una de las mejores canciones que jamás cantó, está tan llena de melancolía que es difícil no dejarse llevar por ella al escucharla. Uno de los momentos más destacados es “The Mercy Seat” de Nick Cave, mucho mejor que el ya excelente original, con su oscura construcción hacia el final que crea magistralmente una atmósfera inquietante y sombría.

Cash no sería él mismo si no tuviera momentos de humor ligero como “I’m Leaving Now” o “Country Trash”, pero son mucho más raros aquí que en la mayoría de sus otros álbumes. Cash acepta su edad y sus debilidades cantando sobre ellas, sin perder jamás su dignidad.

El álbum termina con “Wayfaring Stranger”, la canción más explícita sobre su muerte, pero a la vez la más espiritual del álbum, un tema triste pero esperanzador con una interpretación perfecta. “American III: Solitary Man” puede que no sea un álbum perfecto, pero no da motivos para buscarle defectos, ya que es un disco tan grande y humilde que logra un gran impacto emocional a pesar de las pocas composiciones originales.

Rick Rubin hizo un trabajo excelente al mantener una producción suave y delicada, destacando la voz de Cash, que lleva el álbum con naturalidad, a pesar de (o mejor dicho, gracias a) sus imperfecciones.

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