De la interminable chistera del mago Malcolm Scarpa (1959-2022) siguen brotando prodigios sonoros y literarios. Rosa M. Scarpa, su hermana, prosigue con su infatigable labor de sacar a la luz toneladas de belleza escondida: un disco doble con 64 (!) canciones inéditas (segunda entrega póstuma y muy superior a la anterior) y un libro de 394 (!) páginas, igualmente desconocido hasta hoy.

Ambos regalos del destino (y del empeño fraternal) se presentaron el 4 de diciembre en Vallecas (Madrid). Fue en La Esquina del Zorro, punto imprescindible para el exiguo mapa de literatura musical en Madrid.

La librería, bajo los remos y timón de Bego y Jorge, ofrece cantidad y calidad de libros musicales, entre ellos los que editan ellos mismos bajo el sello Desacorde que ahora acoge está obra de Malcolm. El disco Malcolm’s Not My Name (se lo preguntaban mucho a Juan Manuel) resulta exhuberante en sus dos partes, con la extrema variedad que siempre ha caracterizado a sus composiciones y un humor salpicado de champagne, costumbrismo y visión única sobre lo cotidiano.
El libro Memorias de Pepe Guinea (nombre que procede de un camarero de Gijón) está
escrito a seis manos, porque Rosa y Ana Hortelano, colaboradora de Dirty Rock, han transcrito (digitalizado, dicen ellas) los manuscritos en cuadernos, servilletas, manteles de papel y demás soportes estrafalarios, y encima con una letra parecida a la de los médicos cuando expendían recetas.
El prólogo de Jesús Ordovás resulta conmovedor y obliga a quitarse una vez más el sombrero ante el maestro. El prologuista acaba sus palabras introductorias recogiendo una de las lecciones de Malcolm: “Le robo el epitafio de la página 15: ‘La imaginación es una mentira que nos permite seguir vivos”. De eso, exactamente de eso, va Memorias de Pepe Guinea, y Ordovás señala con el dedo la palabra clave para entender estas páginas y músicas: la imaginación.

La puesta de largo vallecana incluyó tres canciones a cargo de Osi Martínez y El Chiquitín (filósofo musical de Vallecas), ambos soberbios en el difícil ejercicio de versionar al genio inclasificable. El Chiquitín contó en las copas posconcierto que había estado hasta las cinco de la mañana sudando para sacar a la guitarra un puto acorde extrañísimo, parecido lejanamente a un fa, que suens en una de las canciones que tocó al público que llenó la sala. Hicieron tres bellas versiones de Whisky Blues (inédita), I’ve The Blues When It Rains y El Estanco de Paula.
La estructura (es un decir) del libro consiste una vez más en una acumulación de microestímulos, chispas constantes de ingenio y observación heterodoxa de lo que nos rodea. Al igual que la música de Malcolm es inclasificable, también lo son sus libros y sus juegos de palabras, aforismos, sentencias, sinsentidos o retruecanos. Este artista está entre los contados músicos que albergan grandes ambiciones literarias. No debe olvidarse que la palabra “lírica” procede de un instrumento musical, la lira.
El autor vivía en su universo musical y es inevitable que muchas referencias aludan al arte sonoro. Como ejemplos, pueden leerse en esta obra versos como “La música hace cosquillas a las nubes”. Ese tono poético aparece de forma guadianesca y entreverado con otras sentencias musicales de esta guisa:
“Al caer un tintero se creó la mancha fúnebre”.
“El blues es al fútbol lo que el rhythm and blues al fútbol sala”.
“Leído en una revista de música de los años sesenta: Keith Richards, el último en entrar después de Bill Wyman”.
“Debe de ser grotesco llamarse Mariano Presley”.
“Ellington dio en el clavo: ´La música es la transformación de recuerdos en sonidos”.
“En cierta época a Ornette Coleman le pagaban para que no tocara”.
“John Hammond padre buscó entonces a Meade Lux Lewis y lo encontró lavando coches en un garaje de las afueras de Chicago”.
Más chispas musicales dentro de Memorias de Pepe Guinea:
“Pete La Rocca fue taxista y luego abogado, además de un excelente batería, uno de los preferidos de Rollins”.
“Aplicar vitalmente la idea del be bop: todo lo que se sobreentiende se deja fuera”.
“Shadow Wilson es otro gran batería, pero mi favorito es sin duda Art Taylor. Ed Blackwell es también buenísimo”.
“Cuando la música está en Do, bailo en Fa, porque la música está en mí”.
“Oír discos es el único placer que me queda, todo lo demás se ha venido abajo”.
“Mientras espero escucho el hilo musical, easy listening, la música de ambiente será la nueva vanguardia. Pasa el tiempo y afuera continúa lloviendo, quizás con más intensidad, recojo el abrigo. De vuelta a casa me acomodo en una silla y dedico el resto de la noche a mirar una persiana veneciana”.
“Tú fíjate qué hambre tendría ese gato que se tiró a la radio porque estaba sonando “La Raspa”.
“Yo cuando estuve en París me hospedé en un hotel y me sorprendió que me trataran tan bien, luego me di cuenta de que me habían confundido con Charles Aznavour”.
“Heartbreak Hotel se grabó exactamente el 10 de enero de 1956”.
“Atravesar el Atlántico montado en una flauta”.
También menudean algunos diálogos que pisan el territorio del surrealismo:
* Hay una parte de los iceberg que sale a la superficie, pero la parte más grande está debajo del agua.
* Sí, por eso los Beatles hicieron “Hielo Submarine”.
Otro:
* Dime dos personajes griegos históricos.
* No sé, Platón y Demis Roussos (la clave es decir “no sé”).
Y otro más:
* Tú te afeitas con maquinilla eléctrica?
* No, acústica.
Desde una óptica particularísima, Malcolm recorre episodios de su devenir cotidiano: amores, músicas, pensamientos, ideas absurdas, geografías urbanas madrileñas, juegos de palabras o divagaciones sobre la muerte, cada vez más presente en estos cuadernos que completó hasta el fin de sus días. Era consciente de su quebradiza salud. Recuerda su hermana que meses antes de fallecer le había enseñado a utilizar el programa de textos para trasladar sus manuscritos a formato digital; sin embargo, “llegó un momento en que dijo: ´es que no me va a dar tiempo´, y abandonó la transcripción”.
Las cualidades musicales son la gran fortaleza de Malcolm Scarpa, pero además aúna un talento literario que se refleja también en este segundo libro tras el épico Qué Te Debo, José? En sus páginas se contempla un ingenio desatado y levanta un torbellino de estímulos chisporroteantres que linda con el vértigo. Al igual que en su discografía, igualmente inclasificable, el artista despliega una libertad salvaje en busca de los abismos y remansos interiores, capaz de reinventarse constantemente para encontrar a la fuerza otro sendero y redefinirse. En el volumen se manifiestan las habilidades literarias del músico, al que sus amigos recuerdan tomando siempre notas en sus libretas o servilletas de bar… En esas páginas se disfruta de su desbordante creatividad y aparece lo que se puede considerar una “recopilación de vida”, en palabras de Rosa M. Scarpa.
