Jenny Lewis en Manchester: el esplendor de una artista total

Tras varios años de ausencia, salvo el show londinense del año pasado, Jenny Lewis volvió a Inglaterra en una gira que agotó entradas en casi todas las salas. En Manchester, por cierto, con varios meses de antelación. El lujo de poder verla en un teatro era un caramelo muy goloso para sus fans. Siempre perfeccionista, y tras superar una crisis personal (separación de su pareja de más de una década Jonathan Rice, muerte de su bohemia madre, …) pasaron cinco largos años desde su The Voyager hasta su flamante On The Line. Nuevamente con la colaboración del ahora apestado Ryan Adams, es posiblemente la colección de canciones más compacta de su carrera. Y casi todas (nueve) sonaron en el RNCM mancuniano.

Los altavoces emiten el 867-5309/Jenny que popularizó el one hit wonder Tommy Tutone y va apareciendo la banda, formada por talentosas promesas de la escena angelina (no olvidemos que por la banda de Jenny han pasado gente como Natalie Prass o Danielle Haim antes de desarrollar sus carreras). Con su melena pelirroja peinada hacia atrás, un vestido ajustado de lentejuelas doradas y puños de piel y tacones infinitos, aparece la Lewis con una tremenda ovación. Cómoda con esa imagen de estrella de la época dorada de Hollywood, se sienta en el piano y presenta las dos canciones que abren su nuevo trabajo de un tirón: Heads Gonna Roll y Wasted Youth (con ese delicado arreglo de cuerdas que reproducen Slow Moving Clouds, teloneros esta noche).En The Big Guns, prácticamente el único momento country de la noche, Jenny abandona las teclas y se suelta vocalmente. No es una cantante al uso, más que cantar interpreta cada frase. Su formación como actriz le permite llevar el espectáculo un paso más allá en cada momento. Head Underwater se muestra compacta y permite el lucimiento de una banda donde destaca la finura de Dylan Day a la guitarra solista. Slippery Slopes, el único en el que Jenny coge la guitarra eléctrica, es el momento más rockero de la noche; y da paso a nuevas versiones de Happy (reconvertida en un blues) y The Voyager (con una cadencia reggae que le sienta de maravilla).

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Jenny se encarama al podio y, desde las alturas, canta la banal Do Si Do, que mejora mucho en directo; justo antes de llegar a uno de los grandes momentos de la noche, con She´s Not Me. Vocalmente impecable, esta joya del soft rock que en los 70s hubiera roto las listas de éxitos, es despedida con una ovación cerrada. El show es tan perfecto que, cuando Jenny da un trago a su copa (a juego con la cuidadísima escenografía), prometiendo que es solo zumo de manzana e, inmediatamente después, se trastabilla hasta casi caerse, no sabemos si es realmente un tropezón o parte de la escenografía.

Hollywood Lawn y Red Bull and Henessy, primer single de su nuevo trabajo, nos recuerdan el nivel que alcanza este nuevo disco, y dan paso a Just One Of The Guys, una de las canciones claves de la californiana, donde se cuestiona lo que es ser mujer a los cuarenta (“I’m just another lady without a baby,”) . Momento para el funk oscuro, esa curiosa manera de llorar la muerte de una madre que es Little White Dove. En mitad de la canción, decenas de globos azules y rosas llenan el teatro en un pintoresco momento que demuestra que Jenny no deja nada en su espectáculo al azar. Tras acabar el tema, aprovecha para acercarse a las primeras filas y presentarse al público, animando a los demás a que hagan lo propio con sus vecinos de butaca para tener un momento de hermandad. Born Secular, de su álbum debut y favoritísima personal, suena más grande que la vida. Un gospel que se eleva en la perfecta acústica del teatro hasta convertirse en pura magia. Ya va siendo hora de cerrar el concierto con See Fernando, originalmente un dueto con Elvis Costello, una de las canciones más rockeras de su repertorio.

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Para los bises se reserva Dogwood, su canción preferida de On The Line por la dificultad vocal que entraña. Una canción de devastadora melancolía pre ruptura, interpretada de una manera que nos hace brotar una inusual empatía con la situación. Party Clown, con sus versos tragicómicos muy del estilo Jenny, (“When I cry like Meryl Streep, when I crack my head wide open, I wanna be next to you,”) es una de las canciones más aplaudidas del recital, aunque curiosamente es en mi opinión el momento fallido de la noche, sin acabar de desarrollar todo el groove que posee la versión en estudio.

Momento para que se apaguen las luces del teatro, pida al público que enciendan las linternas de sus teléfonos móviles a modo de mecheros (ay, las tecnologías) y comenzar la interpretación de la única canción de Rilo Kiley que se mantiene en cada uno de sus conciertos: With Arms Outstreched. Lo que podría haber sido un truco tonto convierte el final del espectáculo en una experiencia cruda e íntima que rompe las barreras entre el público y la artista. Ya no estamos allí bañados por el glamour profesional y coreografiado de una estrella de rock, sino solo con una cantante que canta su canción desde las entrañas. Con todo el teatro en absoluto silencio, hasta que Jenny pide palmas, al mismo tiempo que deja el micrófono y se acerca a las butacas acabando el tema a capella junto al público: “And some days they last longer than others,  but this day by the lake went too fast”. Con solo ella y su guitarrista, en este pequeño teatro, la canción adquiere una profundidad y emoción inédita: los matices de tristeza y el paso del tiempo flotan en nuestras cabezas. Y ella tiene razón. Solo que no fue ese día junto al lago lo que pasó demasiado rápido, sino la hora y media de concierto, que se ha pasado como un suspiro.

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Hay mucho dolor y oscuridad en las nuevas canciones, junto con momentos de renacimiento y luz, pero el show de esta noche nos deja una clara lección: a veces la mejor salida es ponerse un vestido brillante y reírse de todo. Jenny ha evolucionado: desde la tímida estrellita indie de Rilo Kiley hasta el glamour años 50 de la actualidad. El espectáculo de hoy es indicativo del giro que la carrera y la música de Lewis han tomado en la última década. Y esta noche, en la presentación de su mejor álbum en solitario hasta la fecha, ha demostrado su madurez y seguridad como artista. Esa clase innata que parece brotar de algunas personas sin aparente esfuerzo.

Abrieron el concierto Slow Moving Clouds, trío de oscuro folk de cámara irlandés (nyckelharpa, violin y violonchello), que sorprendieron al público con sus lánguidas baladas irlandesas llenas de dramas, asesinatos e infidelidades. Algo que la propia banda se toma con humor y sobrelleva presentando las canciones con monólogos divertidísimos. Si, además, la banda acompaña a Jenny Lewis en algunas de sus canciones con arreglos de cuerda, la elección no nos puede aparecer más afortunada. Recomendables si te gustan esos sonidos.

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