King Khan & BBQ Show, dos colegas de Quebec

Era la hora de las primeras cervezas en el bar que hay a la vuelta de la esquina de la Sala Stereo. En una de las dos mesas del local dos amigos compartían unos champiñones a la plancha y unas verduras: dos tipos normales en una noche de sábado, con su gorra de latas el hindú y su gorra de paño el otro, tranquilos y relajados. Nada en ellos revelaba, salvo para quienes ya los conocíamos, a Arish Ahmad Khan y a Mark Sultan, o dicho de otro modo al Rey Khan y a Barbacoa, que en menos de media hora iban a zarandear al público asistente a un espectáculo sin tregua.

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Unos carajillos de Terry sin quemar, y a probar sonido, cosa que a King Khan le llevó minuto y medio. Tres minutos para extender la cortina roja de raso y lamé a modo de telón de fondo, y poco más para cambiar sus discretas ropas de calle por los habituales ropajes de estilismo friqui: máscaras y pelucas rubias, transparencias, mucho cuero de imitación y tachuelas, botas de cowboy. No es que sea indescriptible pero en este caso las imágenes nos ahorran palabras. A partir de ahí el delirio, que empezó con los primeros rasgueos de las guitarras.

El pogo se desató en la sala para no parar hasta el final. Cuando King Khan deja a His Incredible Shrines en casa y se dedica a recorrer los escenarios con su colega de los tiempos de juventud en Montreal, es implacable, directo, feroz. BBQ no le va a la zaga, sentado en su banqueta, haciendo sonar el bombo con su pie desnudo mientras castiga las cuerdas de la guitarra en un frenesí anfetamínico. Presentan su disco “Bad News Boys”, del 2015, o sea que de nuevo tiene poco, pero da lo mismo.

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En el escenario los mimbres cincuenteros del disco se cuartean con los rugidos de la bestia y con los riffs de guitarra que pulsan las terminaciones nerviosas de los presentes y nos arrojan en sus brazos. King Khan es el rey que no teme al ridículo, se contonea con una mezcla de provocación y picardía cabaretera, y se complace y sonríe: la noche es suya y de su fiel escudero.

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Cuando le llega el turno a “Illuminations”, una de las perlas del disco, la sala entera está bailando desde hace rato y nadie está en el sitio donde estaba cuando empezó. Las canciones se encadenan sin un setlist visible, Khan mira a BBQ, éste silabea algo y pasan a la siguiente. A veces, sin dejar de tocar del todo, nos avisan de que ésa que viene ahora es una canción de amor. Y es que en el fondo son unos románticos, que en la marejada de rockabilly garajero encuentran huecos para surfear con las olas de los Beach Boys.

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Esos momentos en que BBQ toma la voz cantante se agradecen, te permiten recordar que viniste con alguien que debe estar por ahí cerca, seguramente a tu lado, disfrutando como tú de esta pareja impagable y loquísima. Varios trallazos más, entre ellos la prototípica “Kiss my sister fist”, llevan hacia el final, ya en la primera hora del domingo. Después de pasear el mástil de su guitarra entre los brazos del público de las primeras filas y de dar algunos pasos de pato cojo para deleite del personal, King Khan se despide con el clásico de Johnny Thunders “You can’t put your arms around a memory”. No se puede abrazar un sueño. Lo dicho, en el fondo estos dos gamberros son unos románticos.

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