Josh Hoyer: el poder del soul hoy

Las criaturas sólo tienen cinco añitos y suenan como el soul más añejo. Se juntaron en 2012, en Nebraska, y han sacado hace poco su tercer disco: Running From Love, que presentan estos días en nuestro país. Se grabó en Nashville, a lo grande, en Sound Emporium. Previamente han publicado Self-Titled Debut, Cooked Raw (en directo) y Living by the Minute, con cadencia anual y línea ascendente de calidad. Josh Hoyer & Soul Colossal llevan dos años tocando a toda pastilla, a una media de casi dos conciertos por semana. Mucho trabajo, como dice el tatuaje que exhibe el front man en su musculoso brazo. Ese compromiso con el curro se extiende a las letras, donde asoman guiños reivindicativos; por ejemplo, en Running From Love se oye decir: “Me pregunto si tu odio te mantiene despierto por las noches”, pensando en los disturbios raciales que sacuden periódicamente Estados Unidos y que no parecen remitir con las ideas de un Trump ya sentado en el despacho oval. Anoche, en la sala Clamores de Madrid, abarrotada hasta la banderita que agitaba de vez en cuando Hoyer, el músico dijo que este mundo necesita amor y no todo lo que viene de la mano de Trump. Su batería agitaba sus pulgares hacia el suelo y la complicidad por la fuerza liberadora del soul se extendió por toda la sala.

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Es su primera gira europea y ha ofrecido estos días varios conciertos en España. Josh Hoyer canta y lleva los teclados, situado en el centro del escenario y pegando saltos sobre el asiento o levantándose cuando el ritmo puede con él. Mueve las manos en plan rapero y todo su corpachón se convierte en fuerza expresiva. Posee una voz negra, muy bella, cálida a veces, rabiosa otras, oscura siempre en matices y energía. Sus primeras bandas, Son of 76 & The Watchmen y Electric Soul Method, le pusieron a tono para llegar a su mejor momento: ahora.

A su lado está el guitarrista Benjamin Kushner, un hombre que suda la camisa hasta inundar parte de la sala. Es un monstruo que juega con sus pedales para sonar R&Blues o funk o lo que haga falta. Se entrega al cien por cien y dice que no quiere volver a su país, que se quiere quedar con nosotros para siempre. Al público le gustaría que cumpliera ese deseo, tras escuchar algunos de los punteos más vibrantes e imaginativos de los últimos tiempos. También al lado de Hoyer está el saxofonista Mike Dee, un portento que suena como si fuera él solito toda una sección de vientos. Su colección de pedales y aire despistado le llevan hasta el infinito y más allá. Un paso por detrás y sujetando todo el andamiaje, dos virtuosos más: James Fleege al bajo (también de la localidad de Lincoln, en Nebraska, como Hoyer y Benjamin: los fundadores de la banda), y Larell Ware a la batería, un negro llegado de un planeta cercano a Filadelfia que demuestra una integración racial absoluta, como dirían en Rumble Fish. Todos contribuyen a dar forma a las canciones y se ensamblan a la perfección cuando salen a la caza y captura del soul más puro.

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Suenan temas de varios discos, como Knock Out (con alusión a las señoras peligrosas que pululan por aquí), Trying To Live My Life Without You, Make Time For Love, Every Day And Every Night, Parts Of A Man (un canto de amor soul que brinda a su mujer), Misfit Children, Blood And Bone o Just Call Me. Ya cansado, tras reponer sus reservas de agua para no deshidratarse, parece sólo dispuesto a cansarse más y más y más, saltando sobre la silla, agitándose, forzando los giros de sus cuerdas vocales, mientras suena Nobody’s Fault But Mine y la temperatura sube hasta crear charcos en la sala.

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El de ayer fue un concierto para plantearse la pregunta de nuestro tiempo y lugar: ¿qué es el soul hoy? Hoyer y sus músicos saben bien qué es eso. Son conscientes de que este género musical agita en la coctelera gotas de Rhythm & Blues o de góspel o de chispas jazzísticas o lo que se encuentre en cada momento en el mueble bar (se trasegaron una botella de bourbon, a gollete, ante el público). A veces, cuando se les va la mano y las dosis de percusión son excesivas, el combinado se convierte en funk rabioso, pero si las guitarras están con el día tonto el brebaje se transforma en Rhythm & Blues. Anoche hubo noche tonta y noche lista y noche mediopensionista. Es un género musical que a veces parece un latigazo y en ocasiones una caricia lúbrica. Se movieron en ese triángulo, acercándose en ocasiones a los vértices del Soul, del Funk y del Rhythm & Blues con libertad, a veces mostrando las huellas de Magic Slim (con quien ha tocado), Sam Cooke, Curtis Mayfield, Ray Charles,Wilson Pickett, Otis Redding o James Brown.

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En definitiva, el poder del soul se llama hoy Josh Hoyer & Soul Colossal. Pueden comprobarlo estos días los amantes del género de Zaragoza, Avilés, Santander y Torredembarra, siguientes citas de esta banda excepcional. Anoche, Dirty Rock, transmitió al oído de Josh el mensaje cifrado que el melómano Joserra Rodrigo utiliza como un mantra: “Soul is the answer”. En ese momento, nos abrazó y ese sudor que nos salpicó era el poder del amor, el poder del soul. Aquí y ahora.

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Texto Miguel López. Fotos y vídeo Ana Hortelano.

 

 

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