Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, no hay nadie como ellos

Aparecieron por sorpresa en la pantalla del televisor una noche de martes, y en casa nos quitamos el sombrero. Es decir, fuimos a por otra cerveza. No tardó alguien en escribir que Derby Motoreta’s Burrito Kachimba iban a ser la próxima gran banda de la escena nacional. Fernando Navarro, por más señas, fue quien dictó la profecía. Y a la vuelta del verano se vinieron para Alicante, en una matinal de sábado que les recibió con los brazos abiertos en La Caja Negra de Las Cigarreras.

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Ahora que todavía no son eso, al menos en el sentido que se le da usualmente a la expresión, en la que “gran banda” significa llenar una plaza de toros, podíamos disfrutar de la experiencia memorable de tenerlos al alcance de la mano y ser bendecidos por su música y su energía. Estos seis muchachos sevillanos son únicos en su especie por más que se quieran buscar comparaciones, algunas tan antiguas como Triana, otras no tanto, como Lagartija Nick.

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Quizá la explicación está en ese adjetivo, “kinki” o, si se quiere, “macarra”, que les empareja con la realidad cuando más alto están volando, que les hace compartir entre ellos y con nosotros unas ganas de disfrutar a ras de suelo sus excursiones a mundos paralelos en los que la psicodelia pinta pasadizos de colores.

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Las letras visitan parajes que les acercan, sí, a Triana, pero también a una banda tan legendaria como Yes, hasta el punto de que hay momentos en que ves al cantante, Dandy Piranha, como una suerte de Jon Anderson ensimismado bautizado con las aguas del Guadalquivir. Su música trenza ecos y melodías, ritmos y una fina distorsión, te acuna y te levanta, te alza contra el techo y te deja flotando antes de descender.

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Tocan cuatro temas, entre ellos un deslumbrante “Samrkanda”, y con “La piedra de Sharon” fingen haber terminado: en realidad lo que pueden ofrecernos es poco y es mucho, porque acaban de empezar y su catálogo es todavía corto, pero tan intenso que no lo parece.

Pero afortunadamente el falso final es solo una broma y la música sigue. Gringo y Piranha abordan en solitario un excelso “Somnium Igni” que nace del abrevadero de los siglos, y la banda al completo regresa a continuación para cerrar una fiesta en la que todavía caen la “Nana del Caballo Grande” y un majestuoso “El salto del gitano”.

Piranha se balancea agarrado al manillar de la motoreta bebiéndose a sorbos el infinito, Bacca, Gringo y Soni salpican riffs a derecha y a izquierda, esparcen punteos como centellas o puñales, Machete gobierna los teclados en la sombra y Papi Pachuli es el maquinista de ese tren imparable en el que los ver cambiar posiciones, moverse por el escenario como átomos en una danza cósmica, kinkidélica, andaluza hasta la médula y explosivamente universal.

Fotos y vídeos por Juan J. Vicedo.

 

 

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