Hank Williams: “Nunca saldré vivo de este mundo». 100 años de Hank

Hank Williams 100 años

Celebrar ahora el nacimiento de Hank Williams equivale a festejar la edad de oro de la música country. El paso de las décadas ha consolidado al artista Hank Williams (1923-1953) como uno de los gigantes sin discusión del género más genuinamente americano, como se decía antes del tabaco.

El centenario de la estrella más grande que ha ofrecido en su historia la música country sirve para rememorar su influencia en la obra de grandes iconos de la cultura popular del siglo XX. Se han organizado múltiples homenajes, especialmente en Estados Unidos, con epicentro en varias ciudades de Alabama y especial acento en la localidad de Montgomery. En España, se ha comercializado también en DVD el biopic Hank Williams, una Voz al Límite, dirigido por Marc Abraham en 2015, quien ha explicado: “La forma en que contaba las cosas, de forma tan concisa, poderosa y emocional, me empujó a arrancar la película reforzando esa vertiente poética. Sé que la gente tiene esa idea del country como algo pueblerino, hecho por tipos racistas y violentos. Pero la música de Hank nos desmonta esa idea enseguida”.

No existirían otras luminarias de talla mundial como Elvis Presley o Bob Dylan sin las canciones de este hombre que nació en Butler County (Alabama), en septiembre de 1923, porque el legado de este artista de corta vida forma parte del mejor patrimonio intangible de Estados Unidos.

Hiram King Wiilliams (verdadero nombre del artista) fue el segundo hijo de Elonzo y Lillie Williams y fruto de su tiempo histórico. El padre de Hank Williams trabajó en el ferrocarril para una compañía maderera durante la Primera Guerra Mundial. El oficio ferroviario obligaba a un movimiento casi permanente y el muchacho recibe en su piel constantes clases de geografía, gracias al movimiento por varias regiones de Alabama debido a exigencias de la compañía maderera. Explicó con claridad el sistema que adoptó para dominar el género: “Tienes que oler mucho estiércol de mula antes de poder cantar como un hillbilly”.

Un accidente laboral deja a Elonzo fuera de combate y le fuerza a años de hospitalización, pero la fascinación por los viajes prende con fuerza en el futuro músico. El afán de moverse, sin embargo, sufre un golpe que le marcará para el resto de sus días. Sufre una enfermedad que enturbiará toda la existencia: el músico llega al mundo con espina bífida. Ese trastorno consiste en la incompleta formación de la columna vertebral que protege la médula espinal. La consecuencia más evidente es que provoca un tremendo suplicio a quien le toca esa negra lotería, con escasas opciones de alivio. La espina bífida explica casi toda la vida de quien la padece. El tormento que padece Hank Williams le hermana con la tortura que sufrió su coetáneo Woody Guthrie, quien padecía el “Mal de Huntington”. Ambos recurrieron al alcohol y a otras drogas en cantidades industriales para paliar sus males. De ese combate contra el dolor afloran en ambos mitos canciones que forjan la grandeza del country, tanto en letras como en melodía Para colmo, en el caso de Williams, una caída durante un concierto en 1952 acentuará los sufrimientos hasta su muerte.

El pequeño Williams aprende a tocar la guitarra gracias a un músico callejero negro, Rufus “Tee Tot” Payne, limpiabotas al que los descendientes del ídolo dedicarán una canción muchos años después. Pronto se desenvuelve con soltura y empieza a mezclar la música folclórica de países europeos que llevaron los inmigrantes (sobre todo los irlandeses) a América con los sonidos autóctonos: blues, bluegrass y góspel. La combinación que elabora Hank Williams de los géneros espirituales y el blues, agitados con contundencia, da lugar a un estilo que cala en la gente. La maduración de esos sonidos extendió el término country en los años cincuenta del pasado siglo, orillando el concepto hillbilly que se aplicaba hasta entonces, con un sentido peyorativo que equivalía a “música de paletos”. El uso moderno del estilo musical country se reafirmó plenamente en la década de los setenta, cuando se reconoce la contribución de grandes pilares del género como Jimmie Rodgers, la familia Carter y el propio Hank Williams.

La carrera del músico en ciernes despega a la sombra de la madre, que se convierte en manager infatigable tras una pugna con la esposa del artista por conducir a la joven promesa. Abandona con 16 años la escuela y ambos viajan constantemente por varios estados. Depura su estilo y compone abundantemente, hasta que supera las fronteras y se marcha de gira por bases militares estadounidenses en Inglaterra y Alemania.

Ese período de maduración convive con un poderoso ingrediente que va a cambiar las costumbres en todo el planeta. La radio da el gran salto como medio de masas esos años. Fue el internet de su época, la fuente de conocimiento y cultura más grande que pudiera imaginarse. Algunos estudios calculan que un tercio del dinero en muebles que gastaban entonces los norteamericanos se destinaba a receptores de radio. De ahí que varias discográficas de gran tamaño las fundaran potentados de la madera.

Aparecen emisoras por todas partes. Solo en 1922, EEUU pasa de 28 hasta 570 estaciones radiofónicas. Todo el mundo abre sus propias radios: negocios, comunidades, iglesias, periódicos, escuelas, bancos, centros comerciales… Ese salto de las barreras de tiempo y espacio revoluciona las costumbres, además de la forma de concebir el mundo. La migración de afroamericanos al norte del país también estimula la aparición de antenas locales que emiten programas musicales para los nuevos públicos urbanos.

La radio actúa además como cómplice mercantil en los espectáculos de masas con retransmisiones de boxeo, béisbol o acrobacias aéreas, sucesos dramáticos y dramatizados, proezas o concursos en directo. Sube escalones como primer medio de entretenimiento. La música fluye por esos transistores que salpican los salones de millones de hogares. La llegada de música de calidad será la mecha para que el invento suba a las estrellas y se reafirme como medio de entretenimiento hegemónico: la edad de oro de la radio.

Cuando Hank Williams regresa del recorrido por el viejo continente, la emisora de radio WSFA le abre paso y amplía su público. En esos años cantar en la radio era fundamental para triunfar en el negocio del espectáculo. Y el country consigue un espacio indeleble en noviembre de 1925 que catapultó al género hasta el infinito y más allá: el Grand Ole Opry. Ese programa de radio semanal aún se mantiene y se emite desde Nashville, capital mundial del country. Todos los músicos relevantes de la historia moderna han pasado por ahí y Hank Williams consigue combustible para su ascenso entre las masas gracias a él. En 1949, consigue un éxito tremendo gracias a la canción Lovesick Blues. Ese tema llegó a lo más alto de las ventas y se mantuvo en la cumbre durante varios meses.


Ese mismo año, en junio, Hank Williams actúa en Grand Ole Opry y también se incorpora al sello discográfico Acuff-Rose. Gana entonces más de 200.000 dólares al año y mantiene ese elevado nivel de ingresos hasta su fallecimiento.

Pero el dolor por su espina bífida, combatida con crecientes dosis de alcohol, anfetaminas y morfina, se convierte en problema de primer orden desde los albores de su popularidad. No hay hedonismo ni diversión a raudales en el country más auténtico y, tal vez, solo tal vez, ese sufrimiento fue un motor creativo que le llevó tan lejos en la expresividad musical de las emociones humanas.


Su trayectoria, a pesar de la lacerante enfermedad, se manifiesta en grandes composiciones que lanza con pasmosa frecuencia: Pan American (1947); I Saw the Light (1947); (I Heard That) Lonesome Whistle (1950); Ramblin´ Man (1951); The Log Train (1952, precisamente sobre su padre y los trenes madereros, grabada pocas semanas antes de morir), o California Zephyr, grabada como demo en 1951 y editada póstumamente.

En sus 29 años de existencia compuso unas 400 canciones, muchas de ellas no acreditadas. Entre los seudónimos que empleaba, uno de los más habituales para canciones con barniz góspel fue Luke the Drifter. También se asoma a otros matices sonoros en clásicos que firma uno tras otro como Hey Good Lookin‘, Your Cheatin‘ Heart, You Win Again, Why Don’t You Love Me y Jambalaya (por cierto, uno de los mejores pianistas de nuestro país utiliza como nombre artístico Kike Jambalaya).

La recta final de su existencia fue durísima. Las dependencias de alcohol y narcóticos le llevaron a conocer manicomios y cárcel, además de causarle un errático comportamiento que perjudicó su carrera. Se casó varias veces. Durante la celebración de su segundo matrimonio, con Billy Jean (también divorciada previamente), el novio apareció totalmente borracho y ofreció un espectáculo inolvidable ante 10.000 personas que habían pagado entrada para disfrutar de la ceremonia: se llegó a suspender la luna de miel. El descontrol creciente del músico también provocó su expulsión de la radio.

Como haría años después el presidente Kennedy, el médico particular de Hank Williams (llamado Toby Marshall), cuya titulación era falsa, le suministró todo tipo de medicinas y drogas para que superara los dolores de espalda y conseguir que pudiera mantenerse en pie durante las actuaciones. El presunto doctor había padecido alcoholismo, pero nadie deja a una zorra a cuidar las gallinas solo porque tiene experiencia en ello…

Así, en nochevieja de 1952, mientras viajaba desde Knoxville a Blaine, su corazón dejó de latir para siempre. Fue en el asiento trasero de su Cadillac azul. Poco antes había ofrecido su último concierto en Austin (Texas), el 19 de diciembre de 1952. El corazón se detiene justo cuando su chófer reposta en una gasolinera de Oak Hill (Virginia).

La influencia del mito permanece y crece en lo sucesivo. En homenaje a Hank Williams, se celebra cada 17 de septiembre, fecha de su nacimiento, el Día Internacional de la Música Country. La música que dejó grabada alcanza de lleno a figuras como Johnny Cash, Bob Dylan, Elvis Presley o Merle Haggard. Pueden añadirse muchos nombres a lista de artistas tocados por su gracia: Leon Russell, Tom Petty, Townes Van Zandt, Roy Orbison, Elvis Costello, Norah Jones, Jerry Lee Lewis…

Y también a grupos de leyenda como los Rolling Stones. Según explica Carlos Pérez, alma mater de la publicación Dirty Rock, Gram Parsons recomendó a Keith Richards que escuchara a Williams durante las sesiones de Exile on Main Street, “y a día de hoy, el guitarrista admite que ´no puede vivir sin un poco de Hank´, llegando a versionar su canción You Win Again, a la que puso en un ranking como una de sus ocho preferidas de todos los tiempos. Tiene sentido, porque no se puede pensar en los mejores Stones, los de Beggars Banquet-Let It Bleed-Sticky Fingers-Exile on Main Street, sin la influencia monumental de la música country”.

Uno de los que más veces han mencionado a Williams en sus canciones es Van Morrison. En el álbum Saint Dominic´s Preview (1973) el irlandés canta: “Nadie se compromete con nadie / Excepto consigo mismo / Se esconden tras umbrales cerrados / Intentando salir, salir de conchas vacías / Y por todas las esquinas del país / Cada aullido del tren de Hank Williams / Por las cadenas, insignias, banderas y emblemas”. La referencia ferroviaria a Hank Williams (1936-1953) se repite dos décadas más tarde y en Ancient Highway (1995) vuelve a evocarlo: “Hay una banda tocando al borde de la carretera / En las afueras de una ciudad llamada Paraíso / Cerca de la vieja autopista / Donde el tren silba con toda la tristeza de Hank Williams”. Y como no hay dos sin tres también recuerda a Williams en See Me Through Part II: “Llévame de vuelta a Hyndford Street y a Hank Williams …”. La querencia venía de muy lejos, porque el de Belfast ha contado que durante la niñez varios amigos poseían discos de Hank Williams y así penetró el country entre su haz de influencias.

El ultimo disco sencillo que Hank Williams publicó en vida era una composición escrita al alimón con Fred Rose, otro gigante del country. Se titula I’ll Never Get Out of this World Alive (Nunca Saldré Vivo de Este Mundo). Se graba en junio de 1952 y a esas alturas el músico ya no podía con su cuerpo. Debía sentarse en el estudio constantemente para recuperarse durante la grabación. La ironía impregna la canción y sirve como epitafio para cualquiera que se tome demasiado en serio a sí mismo. Dice así: “Ahora estás mirando a un hombre que se está cabreando / Tuve mucha suerte, pero todo ha ido mal / No importa cuánto lucho y peleo / Nunca saldré vivo de este mundo / Mi caña de pescar se ha roto, el arroyo está lleno de arena / Mi mujer se ha largado con otro hombre / No importa cuánto lucho y peleo / Nunca saldré vivo de este mundo”.

Texto publicado por Miguel López en el El Adelantado de Segovia.

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